El glaucoma es una enfermedad silenciosa pero de alto impacto en la salud visual. Aunque su nombre es cada vez más conocido, muchas personas aún no comprenden la gravedad de sus consecuencias ni la importancia de su detección temprana. En términos médicos, el glaucoma es una neuropatía óptica, lo que significa que daña el nervio óptico, la “autopista” que transporta la información visual del ojo al cerebro. Si ese camino se interrumpe o se deteriora, la visión comienza a perderse… y en algunos casos, de forma irreversible.
¿Cómo se produce el daño?
La causa más frecuente del glaucoma es el aumento de la presión intraocular, es decir, la presión dentro del globo ocular. Cuando esta presión se eleva por encima de lo normal, comienza a afectar el nervio óptico. Sin embargo, existen también formas de glaucoma en las que esta presión se mantiene dentro de parámetros normales: se las conoce como glaucomas de presión normal.
La enfermedad puede aparecer a cualquier edad, incluso en recién nacidos o adolescentes, aunque es más común en personas mayores de 40 años. Por eso, se recomienda realizar controles visuales de rutina desde los primeros meses de vida y con más frecuencia a medida que se envejece.
¿Cómo se manifiesta?
Una de las características más peligrosas del glaucoma crónico, que es el más frecuente, es su falta de síntomas en las etapas iniciales. No hay dolor, ni molestias, ni pérdida de visión evidente al comienzo. Por eso, el diagnóstico temprano depende exclusivamente de un examen oftalmológico profesional. No hay otra forma de detectarlo.
En cambio, el glaucoma agudo es una forma menos común, pero mucho más agresiva. Aparece de forma repentina, con dolor ocular intenso, visión borrosa y náuseas. Es una urgencia médica que requiere atención inmediata.
¿Puede causar ceguera?
Sí. El glaucoma puede llevar a la ceguera total si no se trata a tiempo. Es una enfermedad progresiva y crónica: avanza de manera lenta pero constante si no se la detiene. Una vez que el daño está hecho, no puede revertirse. Por eso, su detección temprana es clave.
¿Quiénes deben prestar más atención?
Las personas con antecedentes familiares de glaucoma tienen mayor riesgo de padecerlo. También quienes tienen más de 40 años, miopía elevada, enfermedades cardiovasculares o diabetes. En todos estos casos, los chequeos oftalmológicos anuales son fundamentales.
¿Cómo se controla?
El tratamiento del glaucoma varía según el tipo y el grado de avance de la enfermedad. En la mayoría de los casos, se indica el uso de gotas oftálmicas de por vida, destinadas a reducir la presión intraocular. Existen también tratamientos con láser o incluso cirugías, en casos más avanzados o específicos.
Controles desde la infancia
Aunque es una enfermedad más frecuente en adultos mayores, el glaucoma puede afectar a bebés, niños y adolescentes. Por eso se recomienda realizar controles visuales desde los 6 meses de edad, nuevamente al año, luego a los 3 y 5 años, y cada dos años en la adolescencia. A partir de los 40 o 45 años, el control debe ser anual.
