A pesar del agua, el barro y la angustia que dejaron las inundaciones recientes en Ingeniero White, el Club Huracán abrió sus puertas una vez más para recibir a la comunidad con una propuesta que ya es tradición: platos típicos de Semana Santa, cocinados a pulmón, con amor y con un ingrediente especial este año: la voluntad de no dejarse vencer.
“Los primeros días estuvimos con gente evacuada acá en el club. Después se inundó también, llegó a los 50 centímetros el agua adentro”, contó Pablo Roa, secretario de comisión y cocinero de la ya emblemática paella de Huracán. “Estuvimos dos días con el club bajo agua y en algún momento pensamos que no íbamos a poder hacer esto”.
La fiesta del Camarón y el Langostino, que originalmente se celebra en el puerto y convoca a más de 20.000 personas por día, debió suspenderse debido a la emergencia climática. Sin embargo, lejos de bajar los brazos, el club decidió rearmar la propuesta en su sede, en un formato más reducido, pero igual de significativo. “No sabíamos si iba a venir gente, pero cubrimos las expectativas. Hoy estamos contentos”, agregó Roa.
Platos con historia y comunidad
La carta incluyó paella, cazuela de mariscos, rabas, empanadas, tallarines con tuco de pescado y papas fritas, con precios accesibles: paella a $14.000, cazuela a $16.000, tallarines por $8.000 (o dos por $15.000), rabas desde $9.000, papas por $3.000 y empanadas a $14.000 la docena. Todo fue posible gracias al apoyo de un sponsor que permitió bajar los valores y sostener el evento sin fines de lucro.
“Logramos hacer alrededor de 250 bandejas de paella, lo mismo de cazuela. Cocinamos desde el jueves y viernes, hasta agotar stock”, explicó Roa. “No hay límites. Terminamos cuando se termina la comida. La gente respondió con mucho cariño”.
Además de ser un punto de encuentro y reencuentro para familias y vecinos, el evento sirvió como fuente de ingresos para quienes también se vieron afectados por las inundaciones. “Dábamos trabajo a unas 30 o 35 personas en el puerto, que este año se quedaron sin eso. Perdieron en sus casas y perdieron el laburo de esta temporada”, remarcó.
Cocinar como acto de memoria y resistencia
Pablo Roa no solo coordina: también cocina. Es el responsable de la paella que muchos esperan cada año. “Hace como 15 años que la vengo haciendo. Aprendí mirando, ayudando, y ahora me toca a mí. Tener buenos productos es clave, pero la experiencia también”, dice con orgullo, mientras recuerda que llegó al club a los 8 años como jugador de la octava división y nunca se fue.
El impacto emocional de la tragedia también estuvo presente. “Fue muy duro. Mi trabajo está en la calle Cárrega, una de las más afectadas. Vi gente durmiendo en la ruta, familias enteras evacuadas de noche, sin luz. Son imágenes que no se borran más”.
Aun así, eligieron celebrar. “Volver a abrir el club y recibir a la gente es un motivo para festejar. Muchos socios, hinchas y vecinos nos acompañaron. Es una manera de agradecer, de compartir. De decir: seguimos de pie”.
