Cuarenta días después de haber quedado bajo el agua, la Escuela de Educación Especial N.º 509 volvió a abrir sus puertas. No fue un milagro ni una casualidad: fue el resultado de un esfuerzo colectivo que incluyó a docentes, auxiliares, familias y voluntarios. Fue trabajo, empatía y amor por una institución que para muchos no es solo una escuela: es un hogar.
“Es la casa de muchos”, dice la directora. “Y cuando una casa se derrumba, hay que levantarse al día siguiente, porque hay que volver a levantarla. Es tu casa, más que eso: es tu hogar”.
La vuelta a clases comenzó el miércoles, después de que la institución recibiera la habilitación por parte del Consejo Escolar. A pesar de que aún se trabaja en reparacione, como la instalación de puertas antipánico y la recuperación de mobiliario, el reencuentro fue posible. Y fue profundamente conmovedor.
“Ver a los chicos bajar de las combis con una sonrisa, ver a los padres acompañarlos con esa esperanza, fue volver a sentir que estábamos donde teníamos que estar”, cuenta. “Fue organizar dos aulas con lo justo: sillas, mesas, un espacio para volver a empezar”.
El 5 de marzo, la escuela había iniciado su ciclo lectivo. Pero al poco tiempo, la inundación lo cambió todo. El agua alcanzó los 120 centímetros dentro del edificio. Se perdió todo: mobiliario, electrodomésticos, utensilios, materiales pedagógicos. La instalación de gas quedó inutilizada. Se suspendieron las clases y se activó un operativo de emergencia.
Desde entonces, comenzó una reconstrucción que todavía no termina. “Recibimos cocinas industriales, heladeras, freezers desde la Provincia. Aún estamos esperando vajilla y utensilios. Y seguimos trabajando: hoy están acá el electricista, el gasista, el carpintero. Cada día se avanza un poco más”.
Lo emocional también pesa. La directora recuerda cómo, al regresar al edificio, encontraron la puerta principal doblada, materiales arruinados, paredes húmedas. Hoy, esa imagen contrasta con otra muy distinta: la de una puerta que vuelve a abrirse, sin necesidad de forzarla. La de un edificio que, aunque no está terminado, volvió a ser refugio.
“El martes a la noche, antes de la reapertura, la ansiedad era enorme. Pero cuando vimos llegar a los chicos, fue un cosquilleo. Se pudo. No está todo como quisiéramos, pero se pudo”, relata. “Y cuando ves el video de ese día, entendés lo que hicimos. Lo que hicimos todos. Porque no fue una persona: fueron todas. Desde quienes limpiaron hasta quienes guardaron silencio cuando el dolor era demasiado”.
“Nos sigue atravesando lo que pasó”, admite la directora. “Pero esa herida también nos da fuerza. No olvidamos. Porque 509 se levantó, y no solo vamos a seguir: vamos a dejarla mejor de lo que estaba”.
Esta entrada ha sido publicada el 24 de abril, 2025 16:32
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