“El enfermero está ahí, al pie del cañón.” Con esa frase clara y directa, Patricia del Carmen Ruiz, enfermera especializada en oncología, sintetiza el papel silencioso pero fundamental que cumplen quienes ejercen esta profesión en los pasillos hospitalarios y en los hogares de miles de pacientes oncológicos.
Ruiz, con más de dos décadas de experiencia destaca que el rol de la enfermería no se limita al acompañamiento técnico durante el tratamiento, sino que abarca un abordaje integral: humano, emocional, familiar y constante. “Estamos desde el principio, en todas las etapas. Construimos un vínculo de confianza con el paciente y su familia que es clave para el proceso“, afirma.
En un sistema en el que los tiempos de los profesionales médicos muchas veces son limitados, la figura del enfermero se vuelve un punto de anclaje. “Los médicos van y vienen. El enfermero permanece”, subraya Ruiz, recordando que su presencia diaria les permite anticipar complicaciones, generar puentes con otras especialidades y proponer soluciones antes de que el problema se agudice.
Una parte esencial del cuidado que brindan tiene que ver con la mirada interdisciplinaria. Ruiz cuenta que la enfermería es el primer eslabón en detectar situaciones que pueden tener raíz médica, nutricional o emocional. “Muchas veces somos nosotros los que llamamos a los nutricionistas o a los médicos, porque estamos ahí, viendo los cambios cotidianos”, explica. Esa observación permanente permite que las decisiones clínicas se ajusten con precisión a cada caso particular.
Pero no todo es técnica y eficiencia. El corazón del trabajo, asegura Patricia, está en comprender que detrás de cada paciente hay una historia, una familia, una forma única de transitar el cáncer. “La enfermería oncológica ofrece una mirada situada, centrada en la persona. Se trata de entender cómo impacta la enfermedad y el tratamiento no solo en el cuerpo, sino en la vida emocional, en la rutina y en los vínculos.”
Formarse para este tipo de acompañamiento implica enfrentar experiencias emocionalmente intensas. Ruiz lo sabe bien. “Es un camino duro, pero profundamente humano. Por eso, además de lo técnico, nos capacitamos en lo subjetivo, en psicooncología, porque no se puede cuidar sin conectar con el otro”, afirma.
