Entre las reliquias que resguardan los Bomberos Voluntarios de Ingeniero White, hay una que no solo llama la atención por su antigüedad, sino por lo viva que sigue estando: la unidad número uno del cuartel, un camión autobomba patrimonial que llegó a la ciudad en el año 1936 y que, increíblemente, aún funciona.
“Es una joyita, está impecable”, resume César Mendiondo, segundo jefe del cuerpo, al describir el histórico vehículo. Importado de forma íntegra, tal como se lo ve hoy, el camión fue carrozado en el exterior y no sufrió grandes modificaciones desde entonces. Su volante está del lado derecho y su sistema eléctrico opera con 6 voltios, características que evidencian su época y que complican cada vez más el acceso a repuestos originales. Sin embargo, eso no ha sido impedimento para mantenerlo activo. “Le hacemos los controles y el mantenimiento como a un camión en servicio”, afirma Mendiondo.
El tanque de agua tiene una capacidad limitada: apenas 800 litros. Pero su verdadera proeza está en la bomba que posee, capaz de mover 60.000 litros por hora, un rendimiento notable para su tiempo. “En esa época trabajaban mucho con surgentes y bombas manuales que abastecían al camión. Incluso arriba tiene una pequeña pileta para que pudiera succionar agua”, detalla el bombero.
A pesar de su edad, nunca fue necesario volver a ponerlo en acción durante los 31 años que Mendiondo lleva en el cuartel. Sin embargo, cuenta que en décadas anteriores sí fue utilizado activamente, incluso cuando ya había otros camiones en funcionamiento.
El valor simbólico de esta autobomba va más allá de lo técnico. Es parte viva de la memoria institucional. Durante la reciente inundación que afectó a Ingeniero White, el camión no sufrió daños gracias a su ubicación elevada dentro del pequeño museo que tienen en una esquina del cuartel. “No se afectó motor ni caja, pero igual lo revisamos completo para asegurarnos”, aclara.
No corrieron la misma suerte otras unidades. Un camión moderno sufrió una falla grave al ingresar agua por el sistema de admisión. “Doblaron una biela y hubo que hacer el motor entero. Todavía estamos esperando sensores importados para finalizar la reparación”, comenta Mendiondo. A esto se suman pérdidas edilicias, equipos de comunicación y bombas esenciales. “Estuvimos a cinco centímetros de perder la operatividad del cuartel”, advierte.
Al ser consultado por lo vivido, Mendiondo cierra con una reflexión sincera y conmovedora:
“Este año va a quedar en la memoria de todos. Esta vez no solo ayudamos, fuimos parte del problema. Vimos afectados a nuestros amigos, a nuestras familias, a nosotros mismos. Fue duro, pero salimos adelante. Nos queda mucho por caminar, pero lo vamos a hacer”.
En el Día del Bombero Voluntario, el sonido del motor de 1936 sigue recordando que la historia se preserva no solo con memoria, sino con trabajo, orgullo y vocación intacta.
