Vive a metros del canal Maldonado. Perdió casi todo. Asegura que ya no puede esperar más: su casa está inhabitable, su madre enferma, y el subsidio prometido por Nación nunca llegó.
“Voy a terminar encadenado frente al municipio. Es eso o seguir viviendo entre el barro, la humedad y las deudas.” Jorge Gutiérrez no habla desde el enojo: habla desde el hartazgo. Su casa, en avenida La Plata al 500, a menos de 50 metros del canal Maldonado, fue devastada por la última inundación. Desde entonces, y aunque recibió un subsidio de la provincia, espera, en vano, el aporte económico prometido por Nación.
Mientras tanto, la realidad no espera. Jorge trabaja como repartidor de pan, cuida a su madre de 77 años, recientemente operada y con problemas cardíacos, y duerme en el comedor de su casa porque su habitación está infectada por la humedad. “Tuve que conseguir un futón. En el cuarto no se puede estar. Me llené de tos, de mocos, hasta que me di cuenta que me estaba enfermando por dormir ahí. Está contaminado, no sé, tiene algo”.
A pesar de las promesas oficiales, Jorge y su madre siguen sin cobrar el subsidio nacional. “Nos anotamos bien, pusimos todo en regla. Los impuestos están a nombre de mi hermana, porque cuando mi mamá estaba internada, hicimos que le lleguen allá. Pero la casa está a nombre nuestro. No hay motivos para que sigamos esperando”, insiste.
El estado de su vivienda lo deja claro: paredes partidas, manchas de humedad, muebles flotando en el recuerdo de aquel agua sucia que se llevó todo. “El freezer lo perdimos, la heladera flotaba. La cocina, los muebles, las sábanas, las frazadas: todo arruinado. Todo lo que tengo me lo donó gente del barrio. Una farmacia me regaló muebles. Una chica me trajo un ropero. Un señor nos dio una cama con colchón”.
El dinero provincial, 800.000 pesos, ya fue. Lo absorbieron los repuestos del auto y de la camioneta que usa para trabajar. Solo en eso gastó cerca de 3 millones. “Todo gracias a una persona amiga que me los arregló y me dijo ‘pagame cuando puedas’. Porque sin eso no puedo trabajar. Pero estoy endeudado hasta el cuello. No hay forma de seguir así”.
Jorge no es el único en esta situación. Asegura que “casi toda la cuadra” está igual: anotados, esperando, sin noticias. “Escuchamos por radio que esta semana pagarían a los que faltan, pero no pasa nada. Nadie nos llama, nadie nos explica. Un 0800 que no atiende. Oficinas donde nadie se hace cargo. Solo palabras. Pero la casa no se seca con promesas”.
Y ahora, la amenaza de una acción extrema: “Ya no sé qué más hacer. El martes, si no hay novedades, me encadeno frente al municipio. Después del reparto, voy y me planto. No para hacer escándalo, sino para que vean que no somos un número. Somos gente. Mi mamá llora todos los días. Lo perdió todo ante sus ojos. No es justo que sigamos así”.
Cada rincón de la casa de Jorge, es testigo de un desastre mal atendido. Una herida que no cierra. “Solo queremos arreglarla, no estamos pidiendo nada raro. No queremos caramelos, queremos vivir dignamente”.
Esta entrada ha sido publicada el 12 de junio, 2025 16:02
Deja un Comentario