En el barrio Cooperación I, donde las calles todavía conservan el barro seco como cicatriz de la última inundación, Ángela sobrevive. Con dignidad, pero también con bronca contenida. La misma lluvia que arrasó con muebles, recuerdos y mercadería, también trajo consigo una injusticia que, al día de hoy, sigue sin respuesta.
“Nos hemos inundado todos”, cuenta Ángela. La suya es una casa de alquiler, y quizás por eso, sospecha, no la consideran merecedora del subsidio que sí cobraron otros vecinos. “Muchos han cobrado, otros no. Pobre gente, igual que yo. Yo no cobré ninguno de los dos subsidios”, repite con resignación, pero sin rendirse.
Ángela vive de la venta de ropa usada. Gran parte de esa ropa estaba guardada en valijas y cajas en un dormitorio y en la cochera. Todo quedó destruido. “Se me echó a perder todo. La casa no es muy grande y la ocupaba con esa mercadería”. Lo que era su sustento económico, terminó empapado, arruinado, perdido.
Intentó todo. Presentó los papeles, se acercó a la Defensoría del Pueblo. El propietario del inmueble le facilitó los documentos necesarios para los trámites. Rehizo formularios, envió fotos del DNI, siguió instrucciones. Una y otra vez. Y, sin embargo, sigue esperando. “Ahora me pusieron en análisis, y de ahí no paso. Ya no sé qué más hacer”.
Las reparaciones comenzaron por donde pudo. El techo, aunque el agua entró por la puerta. La estufa. La heladera se salvó de milagro. El lavarropas, no tanto. “Todo alrededor de la casa tengo que restaurar. Y es dinero muy necesario”, dice. Pese a todo, sigue pagando el alquiler, sin descuentos, sin contemplaciones. “Uno no es dueño, pero firmó un contrato. Y por más catástrofe que haya, tengo que poner la casa en pie”.
La situación económica no da tregua. Ángela convive con la enfermedad de su esposo y la falta de trabajo. Vive con lo justo, gracias también al apoyo de los hijos de ambos. Pero no alcanza. “Yo estoy cómoda en esa casa, estoy bien, pero hay muchas necesidades”, admite. Y lo que más duele es la sensación de desigualdad: “Tengo amigas que cobraron. Vecinos que también. Yo sigo esperando”.
A pesar de todo, Ángela no baja los brazos. Pide una respuesta clara. Un canal para resolver su situación. “Si tengo que ir a la municipalidad, voy. Pero quiero saber qué problema tienen los subsidios que pedí. Quiero que me lo digan. Solo quiero que me escuchen”.
Esta entrada ha sido publicada el 13 de junio, 2025 14:18
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