En la esquina de 9 de Julio y Enrique Julio, una estrella amarilla se suma al asfalto. La pintaron Camila, sus familiares y sus amigos, en memoria de Juan Miguel Carrillo Fierro. Tenía 56 años. Fue atropellado el 24 de diciembre de 2024 mientras iba en bicicleta. Murió días después, en el hospital. Desde entonces, la familia vive entre el duelo y la impotencia.
“Lo recordamos con mucho amor y mucho dolor”, dice su hija. Ese día no solo perdieron a un padre, un hermano, un amigo. Perdieron también la calma. La causa judicial avanza lento, casi detenido, y la sensación de abandono se multiplica con el paso del tiempo. “Es la fiscalía más lenta de Bahía. Necesitamos saber qué va a pasar. No pedimos venganza, pedimos justicia”, reclama Camila.
No hay cámaras en la zona. No hay testigos. La mujer que conducía el auto es vecina del barrio. Y, según la familia, sigue su vida como si nada hubiera pasado. “Ella trabaja, maneja, y a nosotros nos destruyó la vida”, denuncia Camila. “No soy juez ni fiscal, pero quiero que se diga qué le corresponde y que se cumpla”.
El accidente ocurrió en una zona sin registros fílmicos. Y los vecinos prefieren no hablar. “Al ser del barrio, muchos no quieren salir como testigos”, lamenta la joven. Lo único claro es el vacío. La falta de respuestas. “Cada vez que vamos a fiscalía nos dicen que hay que esperar. Que fue la feria, que fue la inundación, que están de vacaciones. Nunca hay una novedad”.
Aquel 24 de diciembre, Juan volvía de hacer una changa. Iba en bicicleta. Lo levantaron del asfalto con vida, pero confuso. Alcanzó a decir su nombre. Horas después, el diagnóstico fue devastador: traumatismo craneal severo. “Tuvo tres derrames. Cuando llegó al hospital ya no respondía. Nosotros leímos que estaba fuera de peligro, pero no fue así. No lo cuidaron como merecía”, afirma Camila.
La familia se sumó por primera vez a la ONG de Estrellas Amarillas. La pintada había sido postergada por las inundaciones, como tantas otras cosas. “Sabemos que fue un accidente. Siempre lo entendimos. Pero lo que duele es que nunca hubo un gesto, una palabra, una muestra de empatía”, explica Camila.
“No sé si esto se va a cerrar alguna vez. Es una herida que va a seguir con nosotros”, dice. “Pero al menos queremos saber qué pasó. Que alguien lo diga. Que la justicia no siga mirando para otro lado”.
