La ambliopía, conocida popularmente como “ojo vago” o “ojo perezoso”, es una condición que afecta el desarrollo normal de la visión en uno o ambos ojos durante la infancia. No es un problema del globo ocular en sí, sino una falla en la conexión entre el ojo y el cerebro: la imagen que llega es tan deficiente que el cerebro, literalmente, deja de usar ese ojo.
“La visión se aprende. Uno no nace viendo, sino que la vista se desarrolla principalmente en los primeros cinco años de vida”, explicó la oftalmóloga Rebeca Pincheira, quien remarcó la importancia de detectar esta condición a tiempo para evitar consecuencias irreversibles. La ambliopía se origina cuando un ojo no logra alcanzar su potencial visual por falta de estímulo o corrección. Puede pasar desapercibida, ya que el otro ojo suele compensar el déficit, haciendo que los chicos no perciban que algo está mal.
Entre las causas más frecuentes, Pincheira menciona los errores refractivos (como miopía o hipermetropía), el estrabismo (cuando uno de los ojos se desvía), y patologías más severas como cataratas infantiles. En todos los casos, el desarrollo visual puede verse interrumpido si no se actúa con rapidez.
“El problema es que si un niño que necesitaba anteojos no los recibe a tiempo, esa vía visual no se desarrolla. Y si llega a adulto así, aunque le pongamos los anteojos correctos, ya no va a recuperar el 100% de visión”, advirtió.
¿Cómo se previene? Con controles oftalmológicos regulares, idealmente una vez al año hasta los 9 años, incluso si el niño no manifiesta síntomas. En los consultorios se utilizan tablas de agudeza visual adaptadas a cada edad, lo que permite medir con precisión si el desarrollo visual está dentro de los parámetros esperados.
Los tratamientos varían según la causa: pueden incluir anteojos, parches para estimular el ojo más débil, cirugía en casos de estrabismo o cataratas, y otros abordajes personalizados. Pero el factor común es el tiempo: cuanto antes se actúe, mejores serán los resultados. “Lo ideal es tratarla antes de los 6 o 7 años, cuando el cerebro tiene mayor capacidad de adaptación”, dijo Pincheira.
En resumen: ver bien también se aprende, y no hacerlo a tiempo puede dejar secuelas para toda la vida. Por eso, aunque el niño no se queje, los chequeos visuales son tan necesarios como las vacunas o los controles pediátricos. Porque el ojo no es vago por voluntad: lo es porque no le enseñaron a ver.
