Después de la incertidumbre y silencio, la historia del caracol gigante de hierro dio un inesperado giro. La escultura que había desaparecido misteriosamente de la vereda del taller de Juan Ignacio Valenzuela fue recuperada y se encuentra, al menos por ahora, en custodia en la comisaría Segunda de Bahía Blanca. Así lo confirmó su creador, aún sin demasiados detalles sobre el operativo que permitió recuperarla: “No sé mucho, pero apareció”, dijo, todavía entre el alivio y la sorpresa.
La pieza, de un metro y medio de altura y más de un metro de profundidad, había sido sustraída en circunstancias que desconcertaron tanto a su autor como a los vecinos. No era fácil de mover, ni de ocultar. Fabricada completamente en hierro, con una presencia imponente y conocida por su paso en muestras locales e internacionales, el caracol era más que una escultura: era parte del paisaje cotidiano del barrio.
Valenzuela lo había dejado a la intemperie por una razón concreta: “Es un poco la idea del caracol, que sea del barrio, que la gente se saque fotos, que lo viva.”
Ahora, la noticia de su aparición devuelve un poco de justicia a una historia que generó revuelo en redes sociales y en el ambiente artístico local.