Bahía

“La perrita no molestaba a nadie”: Dolor, impotencia y miedo en el barrio UOM por el crimen de un animal

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La conocían todos. Desde hace más de 15 años, La Negrita era parte del paisaje y del corazón del barrio UOM. Una perra comunitaria que acompañaba al sereno en sus recorridas nocturnas, que dormía en un carrito al reparo del frío, que no ladraba más de la cuenta ni hacía daño. Solo pedía lo mínimo: comida, un poco de cariño, y un lugar donde existir.

Pero ese pequeño equilibrio se rompió de la forma más cruel. En plena madrugada, la encontraron herida: una puñalada profunda en el tórax. Sobrevivió. Contra todo pronóstico, con atención veterinaria, medicación y el amor de sus vecinas, se recuperó. Parecía haber quedado atrás. Pero no fue así. Menos de tres semanas después, el 2 de julio, La Negrita apareció sin vida. Otra vez acuchillada. Esta vez, no hubo margen para salvarla.

La mataron de nuevo”, dice una vecina con la voz quebrada. Atrás no solo hay una perra. Hay un símbolo barrial, una presencia cotidiana que tejía afecto entre los vecinos, una compañía discreta para adultos y niños, un ejemplo de cómo lo comunitario puede sostener lo que el sistema ignora.

En las calles del barrio UOM, el dolor se mezcla con la impotencia. “No sabemos qué pensar. Fue de madrugada la primera vez. Y ahora, en pleno día”, relata una de las mujeres que la cuidaban. No hay cámaras, no hay testigos, y aunque hay sospechas, nadie puede señalar con certeza. Pero sí hay temor: “Si alguien es capaz de hacer esto con un animal indefenso, ¿qué nos espera? Acá hay chicos, hay una escuela, una plaza. Y hay alguien que actuó con una crueldad enorme.”

“Yo pasé a las 10 de la mañana y estaba bien. A las 11 ya estaba muerta”, recuerda otra de las mujeres que la alimentaban a diario. Fueron dos nenes los que dieron aviso. Se acercaron al almacén y dijeron que una perrita estaba tirada en la vereda.

El crimen de La Negrita todavía no tiene culpables. Pero dejó una herida abierta. No solo en el cuerpo del animal, sino en la vida de quienes la cuidaban y compartían sus días. Y lo que queda es miedo. Y bronca. Y una necesidad urgente de justicia.

Esta entrada ha sido publicada el 4 de julio, 2025 15:30

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