Natalia Nittoli habla con la convicción afilada. Su padre ingresó al geriátrico “Los Arcos” el 15 de marzo, caminando por sus propios medios, lúcido dentro del cuadro de Alzheimer que lo acompañaba. Dos meses después, murió con un cuadro de sepsis y neumonía severa, en estado de desnutrición y deshidratación. La historia se repite en boca de otras familias, pero en este caso, la denuncia tiene nombre, fechas y dolor: “A mi papá lo dejaron morir”.
El establecimiento, operado por María Gabriela Romero, ya fue señalado por otros testimonios similares. Natalia asegura que la directora minimizó constantemente las señales de alerta: “Yo iba tres veces por semana y le decía: ‘Mi papá está más flaco, está más débil’. Y ella siempre respondía lo mismo: ‘Es por su problema neurológico’. Como si todo se explicara con eso”.
La situación se tornó crítica cuando una cuidadora que había trabajado anteriormente con el paciente fue a visitarlo el 7 de junio y lo encontró casi sin signos vitales. No había enfermera en el lugar. Nadie de la institución había avisado a Natalia. Fue esta mujer quien, al ver la gravedad, llamó a la familia. La ambulancia lo trasladó de urgencia. “Cuando llegó al hospital tenía una sepsis, una neumonía terrible, y estaba completamente deshidratado y desnutrido. No había chances”.
Natalia lamenta no haber actuado antes: “Me quise morir de la culpa y de la impotencia. Yo me estaba dando cuenta y se los decía. Tendría que haber hecho otra cosa, pero con el diario del lunes es fácil. Mi papá no hace ni un mes que murió y todavía estoy tratando de superar esto”.
A la denuncia personal se suman otras presentadas en la Justicia, que ya investiga los hechos con la carátula de abandono de persona, maltrato y hasta posible homicidio culposo. Natalia subraya: “No es que los mató, pero los dejó estar. Los dejó morir. No hay otra manera de decirlo. Yo se lo decía en la cara”.
“Mi papá era un tipo fuerte. Hacía sus necesidades solo, caminaba. No entró postrado, no entró en ese estado. El deterioro fue tan rápido como brutal”, dice. “Cuando lo vi con la sonda, ya era un cadáver”.
El hogar no contaría con habilitación, según la información recabada por familiares y abogados. “Claramente no tiene sanidad, no tiene respaldo, no hay médicos ni personal capacitado las 24 horas. Y no es el único lugar así, pero este ya cobró demasiadas vidas. Y lo mínimo que espero de la justicia bahiense es que lo cierren. Lo mínimo”, afirma.
Para muchas de estas familias, ya no hay retorno. Pero sí hay urgencia: “No quiero que otra persona pase por lo que pasó mi papá. No se trata de lavarse culpas. Se trata de asumir responsabilidades. Porque la muerte no fue una casualidad, fue consecuencia”.
