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“Nos devolvieron el inflable, pero con amenazas” la emboscada que padeció un comerciante

Lo que parecía un alquiler más para un festejo infantil, terminó siendo una emboscada. Diego, emprendedor dedicado al alquiler de inflables y también impulsor de un merendero móvil en Bahía Blanca, fue víctima de un robo planificado con anticipación. Aunque logró recuperar su material de trabajo gracias a la solidaridad de la comunidad y la viralización del caso en redes sociales, el desenlace no fue solo una restitución: recibió amenazas directas que expusieron un entramado más oscuro y repetido.

Todo comenzó el jueves pasado, cuando un supuesto cliente solicitó de forma urgente un castillo inflable para una fiesta sorpresa. “A la 1 sale de la escuela el nene”, justificaban en el mensaje. Sin sospechar, Diego llevó el inflable a una vivienda en calle Misioneros al 400, lo armó dentro del domicilio y se retiró. Horas más tarde, una colega del rubro lo alertó sobre un intento de robo similar en otro punto de la ciudad. El patrón coincidía: mismos modos, mismos nervios, misma urgencia.

La sospecha se convirtió en certeza cuando esa misma colega advirtió en un grupo de castilleros que le habían robado un inflable. Al compartir la dirección, coincidía con la casa donde Diego había entregado el suyo. Volvió de inmediato al lugar, habló con vecinos, revisó cámaras de seguridad y confirmó que su castillo había sido cargado y retirado poco después de su entrega.

Pero el operativo de recuperación se activó rápidamente. Gracias a la colaboración de otros trabajadores del rubro, vecinos, y usuarios de redes sociales que difundieron imágenes y datos, el caso se viralizó. “Nos pasaron fotos, nombres, direcciones. En menos de 24 horas, nos escribieron para devolver el inflable”, relata Diego.

La devolución no fue pacífica. Les pidieron una dirección para dejarlo, alegando arrepentimiento. Lo dejaron en una esquina, en el barrio Tierras Argentinas. Diego avisó al 911, y con patrullero de por medio, lograron recuperar lo que les pertenece. Pero el “precio” fue recibir mensajes intimidatorios. “Nos dijeron que borremos todo de las redes, que si no, tengamos cuidado con nuestra familia”, cuenta con firmeza. Uno de los mensajes incluso preguntaba si eran familiares de alguien alojado en un penal. “A partir de ahí, bloqueé el número. ¿Qué más tengo que darles? ¿Explicaciones? ¿Gracias?

A pesar del miedo, Diego decidió contar todo. No solo por él. “Muchísima gente nos escribió contándonos que también fueron víctimas de estas personas. Algunos hicieron denuncias, otros, por miedo, prefieren dejarlo pasar. Pero esto no puede terminar en silencio”.

El trasfondo es más profundo. Las personas involucradas ya estarían identificadas, con antecedentes penales y denuncias por hechos similares. En palabras de Diego: “Nosotros no buscamos este lío. Fuimos a trabajar. Pero no vamos a vivir con miedo porque logramos que nos devuelvan lo nuestro. Con ayuda, lo conseguimos. Pero muchos todavía esperan. Y es hora de que algo pase”.

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