El cáncer de riñón no encabeza las listas de los tumores más comunes. No aparece con estruendo en campañas masivas ni suele ser tema de conversación habitual. Sin embargo, la ciencia médica empieza a encender alertas: su incidencia está creciendo. Y en Argentina, el panorama a futuro preocupa.
Según datos del Observatorio Global del Cáncer (Globocan), el cáncer renal ocupa el puesto 14 en incidencia y el 16 en mortalidad a nivel mundial. En números fríos, representa un 3% de los tumores en adultos. Pero una proyección de la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer indica que en las próximas dos décadas, los casos en Argentina podrían aumentar un 56%.
Emiliano Peton, especialista en urología, distingue dos grandes tipos de cáncer renal. Uno, el hereditario, es poco frecuente y responde a síndromes genéticos puntuales, como la esclerosis tuberosa o el síndrome de Von Hippel-Lindau. Pero el otro, el adquirido, es el más común: “Nos puede tocar a todos”, remarca.
La mayoría de los casos (el 90%) son adquiridos y están asociados a factores de riesgo como la obesidad, la hipertensión arterial, el sedentarismo, el tabaquismo y las enfermedades renales crónicas. “Estos factores generan cambios en el ADN de las células del riñón que pueden desencadenar una replicación anormal, es decir, un tumor”, explica el especialista.
Diagnóstico casual y tratamiento quirúrgico
Una de las particularidades del cáncer de riñón es que suele diagnosticarse de forma inesperada. “El 90% de los casos se detectan por estudios de imágenes realizados por otras razones, como una ecografía, una tomografía o una resonancia”, dice Peton. No es necesaria una biopsia: la imagen suele ser suficiente para determinar la presencia del tumor.
El tratamiento estrella es quirúrgico. Si el tumor es pequeño y localizado, se puede extirpar solo la parte afectada. Si ya compromete más estructuras, puede ser necesario remover todo el riñón. “La cirugía puede hacerse de manera convencional o por laparoscopía, con mejores resultados en la recuperación del paciente”, destaca.
¿Se puede prevenir?
Aunque no existe una fórmula mágica, Peton es claro: “Hábitos saludables, dejar de fumar, hacer ejercicio, controlar la presión arterial y evitar el contacto con sustancias tóxicas son medidas clave”.
La recomendación más firme es simple: hacerse, al menos una vez al año, un estudio por imágenes. Porque cuanto antes se detecte, más altas son las chances de curación.
