“El límite de la toma de decisiones para una pyme es octubre. Tiene que cruzar el Rubicón”. Con esa imagen, entre lo histórico y lo determinante, el analista económico Damián Di Pace sintetiza el momento que atraviesan hoy las pequeñas y medianas empresas en Argentina, un tiempo suspendido entre el desgaste cotidiano y la esperanza contenida de que algo, al fin, cambie. Pero mientras tanto, hay que tomar decisiones. Y ninguna es menor.
El tablero macroeconómico argentino presenta, una vez más, un escenario de incertidumbre estructural: elevada presión tributaria, carga burocrática asfixiante, tasas de crédito impagables y una apertura comercial que obliga a competir no solo con otras empresas nacionales, sino también con productos importados. “La pyme tiene que adaptarse. Y adaptarse en Argentina implica volver a cablear su cerebro productivo. Estaba acostumbrada a un tipo de entorno, y de golpe se encuentra con otro totalmente distinto”, plantea Di Pace.
El desafío de fondo es cómo mover las piezas dentro de este tablero. Para Di Pace, lo que necesita una pyme no es un gurú que le adivine el futuro, sino herramientas para pensar múltiples escenarios posibles y anticiparse, aunque sea un paso, a las sacudidas del contexto. “Hay que dejar de jugar al tarotista. Lo que tratamos de hacer es dar previsibilidad sin ficción”, aclara.
Las decisiones cotidianas de una pyme están cruzadas por dos realidades: el mercado interno, reducido, competitivo, con consumo golpeado, y los bienes transables, con algo más de aire si se logra exportar. Pero el núcleo duro del problema sigue siendo el mismo: el sistema atenta contra el que quiere producir.
“El Estado compite con la pyme. Tiene una presencia desproporcionada en la economía, con altísima carga tributaria, burocracia ineficiente, y un marco laboral que más que proteger, paraliza”, señala. Y ahora, además, las pymes se enfrentan a la apertura importadora, que tensiona aún más los márgenes de ganancia.
Acceder al crédito, hoy, es un lujo. Las tasas siguen siendo altas, y el sistema financiero argentino es estructuralmente chico. “Estamos hablando de un 6% del PBI destinado al crédito al sector privado. Chile tiene 70%, Brasil 80%. Es casi inexistente”, explica. Y eso no empezó ahora. “El crédito nunca fue prioridad. En el último gobierno, directamente se usó el sistema financiero para financiar al Tesoro.”
Ante esa ausencia, la pyme se financia como puede, capital propio, ahorro en dólares, o directamente, no se financia. Para colmo, quienes apostaron mal, endeudándose a tasas más altas que la inflación proyectada, hoy están atrapados en un esquema regresivo.
“La pyme que se financia hoy, lo hace con plata propia. Pero si no ve señales claras, no invierte. Y si ya pasó todos los ciclos económicos anteriores, directamente cierra. No quiere arriesgar más”, dice sin rodeos.
Todo parece condensarse en un punto: octubre. Para Di Pace, ese mes marca un antes y un después. “Si el resultado electoral deja un Congreso capaz de acordar reformas estructurales laboral, tributaria, previsional y garantiza un horizonte de previsibilidad, entonces la pyme puede volver a pensar a 8 años, planificar, proyectar, crecer.”
Esta entrada ha sido publicada el 15 de julio, 2025 15:54
Deja un Comentario