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Juan Ignacio Trobbianni, urólogo: “Hay que sacarle el tabú a la salud del pene”

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Cuando se menciona la palabra circuncisión, muchos varones aprietan los dientes. No quieren escuchar más. Pero detrás de ese rechazo automático hay desconocimiento, prejuicio y, sobre todo, miedo. El médico urólogo Juan Ignacio Trobbianni propone correr ese velo con información clara, directa y sin dramatismos. Lo llama por su nombre, postioplastia, una cirugía plástica del pene que puede cambiar la vida de quienes arrastran problemas silenciosos durante años.

“Postioplastía es el nombre que le damos nosotros a la cirugía plástica del pene. En términos coloquiales se la conoce como circuncisión, que básicamente es sacar la piel que cubre el glande, la parte final del pene”, explica Trobbianni.

¿Por qué se indica esta cirugía?

Lejos de ser solo una práctica estética o cultural, la postioplastia se recomienda en casos concretos. Uno de los más comunes es la fimosis, una estrechez del prepucio que impide su retracción completa. Esto puede generar molestias al orinar, dificultades durante las relaciones sexuales, infecciones frecuentes e incluso lesiones derivadas de enfermedades como el liquen escleroso o el virus del papiloma humano.

En pacientes diabéticos es frecuente porque tienen más infecciones en la zona, y también se da en quienes arrastran desde niños una fimosis que nunca se resolvió”, agrega el especialista.

Pero además de curar, puede prevenir. El microclima que se genera entre la piel y el glande es terreno fértil para bacterias, hongos y virus. Al remover esa piel, se elimina también esa humedad constante que impide una higiene adecuada. En ese sentido, Trobbianni es enfático: “La cirugía actúa también como prevención primaria del cáncer de pene”.

¿Y los niños?

“En los niños existe algo que se llama fimosis fisiológica, que es normal hasta cierta edad. Pero cuando pasa ese tiempo y no mejora con tratamientos como cremas con corticoides, se evalúa la cirugía. Los pediatras lo detectan y derivan si es necesario”.

La ansiedad que despierta cualquier intervención en los genitales hace que muchos varones posterguen el tema. Por eso, Trobbianni busca desmitificar el procedimiento.“La cirugía es ambulatoria. El paciente se va a su casa el mismo día. Hay molestias, claro, pero se controlan con analgésicos. El mayor malestar es la adaptación de la zona que antes estaba cubierta y pasa a estar expuesta. Eso tarda unos días y después mejora”, detalla.

Incluso hay nuevas técnicas que eliminan la necesidad de puntos, utilizando grapas especiales que mejoran el resultado estético y reducen la incomodidad. Pero más allá de la tecnología, lo importante es que no se llegue a una situación irreversible por miedo o vergüenza.

No permanecer con lesiones o enfermedades por no operarse. Porque la cirugía, en sí misma, es un gesto sencillo”, subraya el médico.

Consulta temprana, diagnóstico claro

Trobbianni recomienda primero acudir al médico clínico ante cualquier síntoma. Pero si el problema es evidente, como la imposibilidad de retraer el prepucio, infecciones repetidas o lesiones visibles, lo ideal es consultar directamente con el urólogo. Y derribar de una vez esa idea de que los controles son solo cosa de mujeres.

Las mujeres están más acostumbradas a los chequeos. A los urólogos los varones llegan tarde, después de los 50, cuando ya hay problemas. Hay que romper con eso. Si hay síntomas, hay que consultar antes”.

Esta entrada ha sido publicada el 22 de julio, 2025 16:45

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