Melisa, una mujer que viene denunciando violencia de género desde hace más de dos años, decidió contar públicamente su historia tras haber sido víctima de un ataque violento por parte de dos personas que la interceptaron en la vía pública. La agresión ocurrió cuando salía de la iglesia y se dirigía a tomar un colectivo. Según su testimonio, fue arrastrada hacia un descampado, donde fue golpeada, cortada con un arma blanca y amenazada para que no continúe con una “causa”, cuyo contenido no le fue especificado.
“Estoy mal por lo que me pasó”, fue una de sus primeras frases en la entrevista. Melisa responsabiliza a su expareja, con quien tiene un hijo en común, como el principal agresor a lo largo de los años. Relata que desde que él regresó de Ecuador y sufrió un accidente, la violencia física y psicológica se intensificó, no solo hacia ella sino también hacia sus hijos. “Me pegaba a mí y a mis hijos. Yo, por miedo, no denunciaba. Me decía que iba a cambiar y no cambiaba”, explicó.
Melisa asegura que la justicia no respondió a sus denuncias anteriores. “Hace dos años que vengo peleando. Mostré pruebas, videos, todo. Pero siempre me mandaban de una oficina a otra. Nunca avanzaron con la causa”, señaló. Recién después del ataque más reciente le otorgaron un botón antipánico, que venía solicitando desde hace tiempo.
Sobre la noche del ataque, contó que fue abordada por dos personas que la llevaron a un descampado. “Uno me cortó, el otro me golpeó con un objeto y me ataron las manos. Me dijeron que dejara la causa. También nombraron a mis hijos”, relató. Durante la agresión, asegura que fue abusada y que logró escapar cuando vio fuego cerca del lugar y corrió desorientada hasta que una mujer la socorrió.
Melisa también señaló que nunca pudo identificar a los agresores, que no había cámaras en el lugar y que no tiene información sobre avances en la investigación. A pesar de no haberlos visto, no descarta que el hecho esté relacionado con su expareja. “No dije que fue él, pero tiene relación. Sí”, expresó.
En cuanto al impacto en su salud, afirmó estar bajo tratamiento psicológico y medicación desde hace tiempo. “Estoy en un pozo depresivo. Me arruinó la vida a mí y a mis hijos”, indicó. También mencionó que su hijo mayor fue testigo de situaciones de violencia y que hoy siente resentimiento hacia su padre.
Actualmente, Melisa está acompañada por su familia y por miembros de su iglesia. Sin embargo, siente que la justicia no le dio respuestas. “Si esto no me pasaba, no me escuchaban. Nadie me atendía. No siento que exista la justicia”, concluyó.
La causa permanece abierta, Melisa reclama que se investigue a fondo y que se tomen medidas efectivas para su protección y la de sus hijos.
