Por segunda vez en dos años, José Ballesteros, se quedó sin nada. En 2023, el viento destruyó su primera casa. Esta vez, el fuego arrasó con la segunda. Solo quedó un rincón con chatarra calcinada, sus herramientas de herrería. Las que usaba para trabajar, para vivir.
“Salí a trabajar a la mañana, y al mediodía me llamaron los vecinos, ‘se está prendiendo fuego tu casa´. Cuando llegué, ya estaban los bomberos, Defensa Civil, la policía, todos los vecinos… y nada. No quedó nada”, dice José.
Vivía en una casilla de madera donada por una ONG. “Supongo que fue una falla eléctrica… o quizá dejé prendida la estufa. Ya ni me acuerdo. Pero ahí están las consecuencias”. La estructura era inflamable, vulnerable. Como si todo ya estuviera escrito.
José vive solo. Trabaja de herrero. O trabajaba. El fuego se llevó también su soldadora, amoladora, taladro, sopladora… “Tenía una buena cantidad de herramientas, todas útiles. Ahora quedaron inservibles. No me quedó ni una pinza”.
En un rincón, sus vecinos intentan armar algo. Le regalaron ladrillos, chapas, donaciones sueltas. Él tiene una platea lista al fondo del terreno. “Es volver a empezar otra vez. Caer y levantarse, caer y levantarse. Y ahora otra vez más. Seguir remando. Seguir”.
Pero no es la primera vez. Tampoco la segunda. En menos de dos años, vivió un temporal que arrasó su casa, una inundación que arruinó todo lo que pudo rescatar, y ahora esto. “Nunca llegó la ayuda prometida. Nunca apareció. Y bueno… ahora esto”.
Y aún así, sonríe. “Me decían: ‘te reís, pero perdiste todo’. Y sí, ¿qué voy a hacer? Uno se raya. Hasta les conté: ‘¿cómo le cuento a los tres chanchitos? Primero el ranchito se lo llevó el viento. Después la casita de madera se la llevó el fuego. Ahora vamos por la de material… y ya está. De ahí no nos mueve nadie más’”.
José necesita ayuda. Materiales. Herramientas. Lo básico para volver a empezar.
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