Por más que no haya agua, gas ni luz, Haydeé ya se mudó. Hace dos semanas que vive en su nueva casa, beneficiaria del programa “Un Gol por un Techo”, junto a sus tres hijos menores de edad. “Estoy re feliz, no tenía dónde estar con los nenes. Así que nada, estoy muy agradecida”, dice.
Su historia es común y feroz. Deambular de alquiler en alquiler hasta que no pudo pagar más. Vivir al borde de las vías, en un ranchito sin condiciones. Perder lo poco que tenía durante el último temporal. Y seguir. Seguir sin certezas, pero con tres criaturas que la miran esperando seguridad. “Fue muy duro, venía muy complicada con los nenes. Me ayudó el servicio local, me anoté cuando me ofrecieron esta posibilidad y por suerte salió”.
Aunque los servicios no están listos y las autoridades le pidieron esperar, Haydeé decidió instalarse igual. No había otra opción. “Les expliqué a las asistentes que iba a tratar de arreglármelas. Necesitaba venirme. No tenía a dónde más ir con ellos”. Desde entonces, los vecinos se turnan para darle una mano, prestan sus baños, comparten lo poco.
“Todavía no lo creo. No caigo. Estoy refeliz. La verdad que sin palabras, muy agradecida con todos”, sostuvo con alegría ante Canal Siete.
Ayer la entrevistaron en una radio local. Alguien dijo al aire que las casas no estaban en condiciones para vivir. Ella respondió sin titubeos, “Tenés que estar con tres criaturas en un ranchito sin agua ni luz para entender lo que significa esto. Para mí, es un regalo del cielo”.
Sus hijos, dice, también están felices. Juegan en la plaza del barrio, ya tienen amigos nuevos y se sienten seguros. “Nos cuidamos entre todos”, repite Haydeé. Y en esa frase mínima se esconde algo más grande que una casa, la posibilidad de empezar una vida distinta. Sin garantías, sí. Pero también sin la intemperie como norma.
