Por estos días, Bahía Blanca vive una de las intervenciones más importantes en su infraestructura hídrica de las últimas décadas. Bajo tierra, pero con impacto directo en la superficie, la renovación de un tramo de 3600 metros del histórico acueducto que atraviesa la ciudad. Se trata de una obra silenciosa pero crucial, que apunta a reducir pérdidas de agua estimadas, hasta ahora, en más del 50%.
“Arrancamos desde las 0 horas”, explicó Graciela Ambrosolio, directora provincial de Agua y Cloacas, al referirse al recambio de una válvula principal, una pieza que llevaba más de 60 años enterrada y deteriorada, cuya sustitución exigió un corte total del servicio en algunos barrios y baja presión en otros. “No había forma técnica de resolverlo sin ese corte. Por eso pedimos disculpas”, agregó.
La válvula reemplazada no es cualquier componente, su modernización permitirá, por primera vez, dividir el acueducto en tramos de 300 o 400 metros, lo que dará lugar a futuras reparaciones sectorizadas, sin necesidad de afectar a toda la ciudad. Además, se construyó una cámara de acceso para facilitar el mantenimiento, similar a la instalada en Brandsen y Dorrego.
El corte de agua, planificado y coordinado con ABSA, fue programado intencionalmente durante las vacaciones de invierno. “No queríamos interferir con el ciclo escolar ni con el consumo intensivo del verano”, detalló Carlos Bouissou, director ejecutivo de Obras. El operativo también debió adaptarse a las condiciones climática, una grúa especial debió esperar una ventana de calma en el viento para poder operar con seguridad, ya que la pieza nueva pesa unas 20 toneladas.
“Lo que se pierde hoy es muchísima agua. Las cañerías están llenas de incrustaciones y roturas. Por eso era imprescindible arrancar por esta tarea”, sostuvo Ambrosolio.
Además del acueducto, se están instalando caudalímetros en zonas clave, como a pie del dique, para poder medir, con mayor precisión, cuánta agua se toma, cuánta se potabiliza y cuánta llega efectivamente a los hogares. Así, se podrá cuantificar con exactitud el porcentaje de pérdida y tomar decisiones más eficaces.
“La meta es clara, dejar la cañería a nuevo. Con las válvulas instaladas, podremos avanzar con el reenvainado interior, que es como colocar una manga contenedora dentro del acueducto para sellar filtraciones”, explicó Bouissou. Esta técnica, que ya se probó en tramos cortos, será ahora aplicada de forma masiva.
La esperanza es que en un año y medio todas estas obras estén terminadas. No es una solución mágica, pero sí estructural. Una que apunta a resolver, por fin, uno de los problemas más crónicos de la ciudad, el agua que nunca llega, porque se pierde antes de tocar la canilla.
