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domingo 28 de abril
informe Telenoche

Las secuelas ocultas del COVID-19: la historia de Julio, el chef que solo siente olor a podrido

Tiene 40 años y se contagió de coronavirus en febrero. Desde entonces, depende de su ayudante: “Hago las recetas de memoria, pero él comprueba que esté todo bien”.

Julio tiene 40 años, es chef y desde febrero integra la larguísima lista de más de cuatro millones y medio de argentinos que se contagió coronavirus. En su caso, el virus lo trató mal durante unos días pero no llegó a estar internado ni intubado. Lo peor llegó después del alta: desde hace cinco meses su olfato falla y pasó de no oler nada a que todo tenga olor a podrido.

Así se lo contó Julio a Nelson Castro en la primera de una serie de notas en Telenoche sobre las secuelas ocultas que deja el COVID-19. Secuelas que en algunos casos no tienen un tiempo estimado de cura o que incluso pueden durar para siempre.

En el caso de Julio, tuvo lo que clínicamente se define como anosmia y parosmia y que en la vida cotidiana se traduce a no oler ni saborear nada con sus olores y sabores originales. El olor a podrido es lo que lo rige aunque en frente tenga un manjar o uno de sus perfumes preferidos. El mismo olor se repite con el café, el champú y la gaseosa. Julio también huele a humo o siente sabores metálicos a lo que se suma un frecuente dolor de cabeza.

Estas distorsiones del sentido del olfato y malestares lo persiguen desde que se levanta hasta que se acuesta en distintos momentos. Afectaron su vida en general y su pasión y trabajo en particular: la gastronomía, donde el olor y el sabor son básicos para el armado de platos y recetas.

“Antes de la pandemia organizaba eventos, lo que se cayó cuando llegó el coronavirus. Por eso armé un microemprendimiento de viandas dulces y saladas con mi clientela que venía muy bien. Poscovid y sin olfato ni sabor, ahora dependo de mi ayudante de cocina. Hago las recetas de memoria pero él comprueba que esté todo bien”, contó Julio. “Amo cocinar y muchas veces me angustio”, agregó.

Según la otorrinolaringóloga, experta en olfato y alergista Stella Maris Cuevas (M.N. 81701) las alteraciones y distorsiones olfativas y su correlato con el sabor representan un alto porcentaje entre las secuelas que deja el coronavirus.

Julio tiene lo que clínicamente se define como anosmia y parosmia y que en la vida cotidiana se traduce a no oler ni saborear nada con sus olores y sabores originales.

(Foto: captura Telenoche)


“Aproximadamente un 60% de los infectados de entre 15 y 55 años tiene distintos problemas de olfato. Esto suele comprometer el estado nutricional del paciente porque deja de comer cosas a las que le siente olores o sabores feos. Necesitan dietas con alimentos que puedan tolerar”, describió Cuevas.

En el caso de Julio, empezó un tratamiento para reentrenar el sentido del olfato con perspectivas inciertas. Los especialistas que lo tratan no pueden definir cuándo todo volverá a su “vieja normalidad”. Por lo pronto, aunque parezca extraño, dicen que oler a podrido es clínicamente ´una buena señal´ porque algo huele. “Uno no toma consciencia de las cosas hasta que las pierde o las padece”, reflexionó el chef.

Fuente: TN

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