El expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, de 89 años, enfrenta la etapa terminal de un cáncer de esófago en su chacra de Rincón del Cerro. Acompañado por su esposa, Lucía Topolansky, y lejos de la exposición pública que supo tener durante décadas, recibe cuidados paliativos con el objetivo de transitar este momento con calidad de vida y respeto por su intimidad.
El referente del Frente Amplio, conocido por su austeridad y discurso ético, decidió no continuar con tratamientos agresivos debido a su edad y otras enfermedades crónicas.
La salud de Pepe Mujica volvió a ser tema público el domingo, cuando por primera vez desde el regreso de la democracia no asistió a votar en las elecciones departamentales. La ausencia fue significativa: desde 1985, cuando recuperó la libertad tras más de una década preso por su militancia en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, Mujica había participado activamente en cada proceso electoral.
En las presidenciales de 2024, incluso con movilidad reducida, se presentó a votar en silla de ruedas. Esta vez, por recomendación médica, evitó el traslado. La decisión marcó el cierre simbólico de una tradición personal atravesada por el compromiso cívico.
El presidente actual, Yamandú Orsi, lo visitó antes de los comicios y confirmó la gravedad de su estado. “Está mal”, expresó ante la prensa. Luego, pidió que se respete la tranquilidad del exmandatario, destacando su lucidez y el valor de sus reflexiones en medio de la enfermedad.
Desde diciembre, Pepe Mujica permanece en su chacra, donde expresó su deseo de morir y ser enterrado junto a su perra Manuela. Su estilo austero marcó su vida política: rechazó la residencia presidencial, donó su salario y vivió con sencillez.
Aunque fue llamado “el presidente más pobre del mundo”, él siempre priorizó la coherencia entre su discurso y su modo de vida, incluso en el tramo final.
