En muchos hogares existe la idea errónea de que las toallas no necesitan ser lavadas con regularidad, ya que se usan justo después de ducharnos y estar limpios. Sin embargo, esta creencia, aunque parezca lógica, puede traer consecuencias importantes para la salud de la piel.
Los especialistas en dermatología señalan que la mayoría de las personas no limpian sus toallas con la frecuencia adecuada, lo que favorece la acumulación de microorganismos que podrían resultar nocivos.
“Cuando nos secamos, nuestra toalla recoge una serie de elementos diminutos que no podemos ver, incluyendo células muertas de la piel que se desprenden y microorganismos de nuestro cuerpo”, explica a TIME Kristina Collins, dermatóloga en Austin.
El inconveniente surge porque las toallas mojadas generan un entorno ideal para que bacterias, virus y hongos prosperen. Aunque muchos de estos microorganismos son habituales y no representan peligro, las toallas pueden contaminarse con agentes patógenos de la piel como Staphylococcus aureus, gérmenes fecales, virus que provocan verrugas y hongos responsables de afecciones como el pie de atleta y la tiña.
“Cuando tienen la oportunidad de permanecer en un ambiente húmedo y replicarse para crear una pequeña colonia, pueden convertirse en una fuente de reinfección hacia la piel”, explica Collins. La experta agrega que si se reutiliza la toalla cuando hay heridas o brotes de acné que dañan la barrera cutánea, estas zonas vulnerables pueden facilitar la entrada de las bacterias dañinas que crecieron en el tejido.
Los especialistas aconsejan lavar las toallas de baño después de dos o tres usos como mínimo. Esta recomendación se fundamenta en que las toallas están en contacto directo con zonas íntimas del cuerpo, acumulando células muertas y microorganismos que pueden multiplicarse en ambientes húmedos.
En el caso de personas que padecen acné en el rostro o cuerpo, o que tienen afecciones como eczema que las hacen más vulnerables a las bacterias, la doctora Collins sugiere aumentar la frecuencia de lavado. “Las probabilidades de que esa toalla tenga este tipo de microorganismos serán mayores, y la posibilidad de que afecte la piel también es mayor”, explica la experta.
La manera en que se secan las toallas impacta en su nivel de contaminación. La dermatóloga Elizabeth Mullans, de Upton Dermatology en Houston, sugiere colgarlas en una barra en lugar de usar un gancho, ya que así se favorece una mejor circulación del aire. “Si está en un gancho, algunas partes estarán expuestas al aire, pero otras permanecerán húmedas y apretadas, lo que significa más oportunidades para que crezcan bacterias y hongos”, alerta en diálogo con TIME.
Los especialistas en dermatología recomiendan usar una toalla exclusiva para el rostro, en lugar de emplear la misma que se utiliza para el cuerpo. Collins suele ilustrar esto con una comparación directa: “No te secarías la cara con tu ropa interior”, señala, cuestionando el sentido de usar una toalla que ha estado en contacto con otras áreas íntimas del cuerpo.
Lo ideal es cambiar la toalla facial tras cada uso. Collins aconseja adquirir sets de siete toallas suaves de microfibra, de modo que luego de utilizar una, se deje en la cesta de la ropa sucia y se tome una nueva para la siguiente ocasión. Esta rutina ayuda a evitar la transferencia de bacterias, aceites y células muertas hacia la piel del rostro, previniendo brotes o inflamaciones.
“El rostro es donde las personas van a tener más problemas por el uso excesivo de una toalla”, explica Collins. “La piel de nuestro cuerpo es más gruesa y menos susceptible al acné, mientras que la piel facial es más sensible y propensa a la irritación”, detalla la información publicada por TIME.
Las toallas que se usan en piscinas y playas deben lavarse después de cada uso, sobre todo si se utilizan en lugares públicos. La doctora Rayva Khanna, especialista en dermatología del Georgetown University Medical Center, señala que estas toallas están expuestas a un ambiente húmedo constante por el agua de la piscina, que suele contener cloro, restos orgánicos y diversos microorganismos, entre ellos las bacterias pseudomonas.
Estas pseudomonas se desarrollan en ambientes cálidos como jacuzzis y piscinas y pueden provocar foliculitis, una infección que afecta los folículos pilosos. Según destaca TIME, estas bacterias se diseminan con facilidad a través del contacto con las toallas.
En lugares públicos, las toallas pueden contaminarse con una variedad de bacterias nocivas. Además, es común que muchas personas dejen secar sus toallas de playa al aire libre, lo que las expone a elementos alergénicos del entorno. “Si tienes fiebre del heno muy intensa y usas algo que ha estado colgado afuera, eso puede provocar alergias”, advierte Collins.
Una de las preguntas más habituales que Khanna recibe de sus pacientes tiene que ver con la frecuencia con que deben lavarse las toallas que llevan al gimnasio. Su recomendación es clara: deben lavarse tras cada uso.
Aunque muchos de los microbios presentes en los baños caseros también se encuentran en los gimnasios, el peligro de contaminación cruzada es mayor en lugares públicos. Por ejemplo, usar la toalla para limpiar máquinas puede hacer que el tejido se contamine con bacterias de otros usuarios, o que las propias bacterias se transfieran a los aparatos para quienes los usen después.
Los especialistas sugieren lavar las toallas con agua caliente a una temperatura mínima de 77°C (170°F), ya que esto ayuda a eliminar eficazmente los gérmenes. Además, es crucial secarlas correctamente: deben colgarse de forma que permitan una buena circulación de aire y eviten la humedad, que favorece la proliferación de microorganismos.
Esta entrada ha sido publicada el 30 de julio, 2025 17:35
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