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Compra inteligente: cuándo financiar o pagar al contado para aprovechar mejor el dinero

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Una pareja frente a una heladera nueva en una casa de electrodomésticos. El vendedor les ofrece 12 cuotas sin interés. Tienen el dinero en la cuenta, pero dudan. ¿Conviene usarlo todo ahora o dejarlo trabajando? ¿Y si en unos meses lo necesitan? ¿Y si el precio sube? ¿Y si baja? En una economía como la argentina, cada compra de alto monto es un campo minado de suposiciones, riesgos y estrategias.

El dilema ya no es solo económico. Es cultural. Durante años, pagar en cuotas fue casi un sinónimo de necesidad. Hoy, financiar sin interés es, para muchos, una forma de cuidar el dinero, incluso cuando ese dinero está disponible. El razonamiento detrás es simple: si el pago diferido no tiene recargo, y el capital se puede invertir para obtener algún rendimiento, entonces financiar no es endeudarse, sino decidir con inteligencia.

En ese contexto, el concepto de “compra inteligente” gana protagonismo. Se trata de usar las herramientas disponibles (cuotas, descuentos, promociones, inversiones) para que el dinero rinda más. Y, sobre todo, para que no pierda valor.

En la práctica, esto significa —por ejemplo— que alguien que compra un electrodoméstico de $500.000 y opta por pagar en 12 cuotas de $41.666 puede, mientras tanto, mantener ese dinero en una inversión segura, como un plazo fijo tradicional, y obtener un rendimiento mensual. El bien se adquiere en el presente, pero el capital sigue generando ingresos. En términos reales, el costo final es más bajo.

Este comportamiento no es aislado. Según Decurgez, cada vez más personas con capacidad de pago eligen no desprenderse del total del dinero, sino distribuirlo. No se trata de especular, sino de preservar liquidez y ganarle a la inflación. Para eso, los instrumentos más usados siguen siendo los de bajo riesgo, como los plazos fijos a 30 días, los fondos comunes de inversión de alta liquidez, o las cajas de ahorro remuneradas (incluidas las que operan en moneda extranjera).

La tendencia, además, se alimenta de la percepción de que el acceso al dólar vuelve a ser una alternativa viable. Si bien aún existen restricciones, la posibilidad de preservar valor en moneda dura aparece como parte del mismo análisis. “Estamos viendo un mayor interés por productos en dólares, no como una inversión de riesgo, sino como una forma de mantener el poder adquisitivo sin resignar liquidez”, explicó el ejecutivo.

Pero no todo es rendimiento. Hay otras razones válidas para pagar al contado. Una de ellas: los descuentos. Según el especialista, si una marca o comercio ofrece rebajas significativas por el pago único (por ejemplo, un 30% menos), eso puede representar un ahorro mayor al que se conseguiría invirtiendo el capital. En esos casos, la compra directa tiene más sentido.

También hay motivos más personales: quienes prefieren no tener cuotas activas, quienes anticipan una baja en sus ingresos, o quienes valoran la tranquilidad de pagar todo de una vez y olvidarse del tema. La compra inteligente no tiene una fórmula única. Depende del contexto, del producto y del momento de cada consumidor.

Cambios de hábito, generaciones y el auge de las decisiones financieras tácticas

El auge de las compras en cuotas no es solo un fenómeno macroeconómico: también tiene un anclaje generacional. Según datos compartidos por Reba, la generación millenial (entre 25 y 45 años) representa casi el 60% de los préstamos otorgados por la entidad. Se trata de una franja etaria que creció con la tecnología y adopta las herramientas digitales como aliadas para tomar decisiones de consumo. A través de apps financieras, simulan préstamos, comparan opciones y eligen en función del flujo mensual más que del ahorro disponible.

En esa lógica, el préstamo deja de ser un recurso de emergencia para convertirse en una herramienta de planificación. Incluso, en algunos casos, se solicita un adelanto para aprovechar descuentos por pago al contado, y luego se abona en cuotas. Es una forma de tener lo mejor de los dos mundos: el precio reducido y el gasto diferido.

“La volatilidad de precios empuja a muchos a asegurarse hoy el valor de un bien o servicio, aunque eso implique financiarlo. Saber cuánto se va a pagar desde la cuota uno hasta la última es parte de lo que da previsibilidad en un contexto donde todo cambia rápido”, explican desde la entidad.

En paralelo, se mantienen los consumidores que eligen el pago al contado, ya sea por preferencia personal, por disciplina financiera o porque ciertos comercios aún ofrecen bonificaciones por esa modalidad. Sin embargo, cada vez más personas (aun dentro de ese perfil) buscan conservar sus ahorros para otros fines (como la compra de dólares o inversiones de bajo riesgo), mientras financian el consumo con una porción menor de su ingreso.

La tecnología también opera como un catalizador. Las apps financieras permiten ver gastos en tiempo real, estimar cuotas futuras, recibir alertas y centralizar todo en un solo lugar. Este acceso a la información transforma la relación con el consumo: ya no se compra solo desde el deseo o la necesidad, sino también desde el análisis.

La preferencia por financiar se diluye en generaciones mayores. Los baby boomers y quienes integran la “silent generation” (personas nacidas aproximadamente entre 1928 y 1945) muestran mayor inclinación al pago inmediato, respaldados por una cultura del ahorro más arraigada y menor exposición al riesgo. Pero incluso en esos segmentos, la digitalización avanza, y las decisiones empiezan a tomar en cuenta variables que hasta hace algunos años eran exclusivas de los sectores más jóvenes.

Fuenet: TN

Esta entrada ha sido publicada el 29 de septiembre, 2025 08:08

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