Tony Janzen Valverde Victoriano, alias “Pequeño J”, fue hasta ayer, al momento de su detención, uno de los narcotraficantes más buscados del país. La sospecha de que fue el autor intelectual del triple crimen de Florencio Varela lo puso en el centro de la escena y desencadenó un operativo transnacional pocas veces visto. Pero su historia en el mundo del delito comenzó mucho antes: en su infancia.
“Pequeño J” nació en Trujillo, Perú, y creció en el asentamiento Nueva Indoamérica, un territorio con fuerte presencia de bandas criminales. Su familia estuvo vinculada a la ilegalidad toda la vida: varios de sus tíos, los hermanos Valverde Rodríguez, acumulan antecedentes por homicidio, robo y extorsión.
En diciembre de 2018, su padre, Janhzen Valverde, líder de la banda “Los Injertos de Nuevo Jerusalén”, fue asesinado por un sicario de la organización rival “El Gran Marqués”. Tras el hecho, Tony juró venganza y escribió en redes: “Te necesito, papá. Te prometo que esto no va a quedar así, porque si nadie hace nada, yo mismo lo hago con pana y elegancia”.
El entorno familiar moldeó su identidad: Janhzen se presentaba como “Bandido por siempre”, compartía videos con armas de guerra y elogiaba figuras como Pablo Escobar y Tony Montana. De allí surge el apodo “Pequeño J”, combinación de la inicial de su padre y la admiración por Montana.
Según los investigadores, Tony Valverde ingresó a Argentina sin registros migratorios legales y se instaló en villas porteñas y barrios del sur del conurbano bonaerense, incluyendo Florencio Varela, donde habría mantenido vínculos con Miguel Villanueva Silva, apuntado como el hombre que alquiló la casa donde ocurrió el triple crimen de Morena Verdi, Brenda Del Castillo y Lara Gutiérrez.
La sospecha que recae sobre él, más allá de la autoría del ataque a las chicas de La Matanza, es que su presencia en la región y la coordinación con bandas locales le habrían permitido operar una red narco que replicaba las estructuras de violencia que conocía de Perú, incluyendo venta de drogas, extorsión y disciplinamiento interno.
El 19 de septiembre, las tres jóvenes fueron asesinadas en Florencio Varela. Las investigaciones apuntan a que Pequeño J fue el presunto autor intelectual del crimen, motivado por disputas narco y venganzas familiares.
Su detención en Perú evidenció la dimensión transnacional del caso, en un operativo coordinado por el Ministerio Público peruano y autoridades argentinas. Allí también fue arrestado Matías Agustín Ozorio, su mano derecha.
El caso expone cómo las redes criminales peruanas pueden operar en barrios de la Argentina, replicando patrones de violencia y coordinación de bandas que trascienden fronteras.
Con apenas 20 años, Pequeño J enfrenta una acusación que lo coloca en el centro de uno de los crímenes más brutales de la historia reciente argentina. Su historia refleja la transmisión intergeneracional de la violencia, la expansión de redes criminales más allá de fronteras y cómo un joven peruano logró instalar su organización en un territorio ajeno.
Esta entrada ha sido publicada el 1 de octubre, 2025 22:10
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