En diálogo con este medio, el médico psiquiatra y neurólogo Enrique De Rosa aportó un análisis profundo sobre este tipo de crímenes familiares. Según explicó, este caso podría inscribirse dentro de una categoría que los expertos llaman “homicidio-suicidio” en un contexto de colapso vital y desesperación, aunque aclaró que aún es prematuro afirmar con certeza el móvil principal.
“No parece un caso con causalidad psiquiátrica primaria, aunque pueda haber componentes del orden de la salud mental. Más bien, podría tratarse de una reacción desesperada combinada con un fuerte sentimiento de venganza hacia la pareja”, apuntó De Rosa.
De Rosa advirtió sobre un fenómeno preocupante que se está repitiendo en la Argentina y otros países, un patrón de imitación que se activa cuando estos casos son altamente difundidos sin el debido cuidado. “Por eso es tan importante cómo se comunica. Hay que evitar el morbo y ser extremadamente responsables. Estos casos dejan víctimas secundarias: familiares, amigos y comunidades enteras”, alertó.
Consultado sobre si suelen existir señales previas en estos crímenes, De Rosa explicó que no siempre hay indicios claros: “Puede haber pequeñas alertas, como episodios de maltrato, respuestas violentas o conductas erráticas, pero muchas veces la descarga emocional que lleva al hecho es súbita. La línea de puntos se une después, cuando ya es tarde”.
Una de las hipótesis que toma fuerza es que se trató de una acción motivada más por el encierro emocional y la percepción de que “no hay salida”, que por una patología mental crónica. De Rosa lo define como un “suicidio ampliado”. “El sujeto no solo decide acabar con su vida, sino con toda su escena vital: sus hijos, su familia, su mundo emocional. Es una visión completamente distorsionada en la que la muerte se vuelve la única vía posible”.
También analizó con particular atención la manera en que Dellarciprete eligió quitarse la vida. “Hay casos donde el suicidio no busca asegurarse del todo, sino simular una voluntad de morir. Podría estar indicando un suicidio ‘como si’, es decir, una puesta en escena final para mostrar que él también quería terminar con su vida, aunque no necesariamente buscaba lograrlo”.
Por último, el especialista pidió evitar las lecturas simplistas o la adjudicación rápida de etiquetas. “No se puede reducir este tipo de tragedias a una sola causa. Hay elementos psiquiátricos, sociales, vinculares y existenciales. Es fundamental investigar con seriedad y cuidar a quienes sobreviven a estos hechos, porque también son víctimas”.
El caso de Tres Arroyos, como otros recientes ocurridos en el país, reabre una pregunta incómoda pero necesaria: ¿cómo intervenir a tiempo en contextos de violencia íntima, desesperación emocional y sufrimiento silenciado? No hay respuestas únicas, pero sí una certeza: detrás de cada noticia hay una red de vidas rotas, que merecen respeto y reflexión profunda.
