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“Se fue antes, no avisó… y dejó todo”: 10 años sin Andrea Esnaola, la docente desaparecida en Pehuen Co

Una década. Diez años de preguntas que no encontraron respuestas. De ausencia sin señales. De una historia que se fue evaporando entre la bruma costera y la indiferencia del tiempo. Hoy se cumple una década de la desaparición de Andrea Esnaola, docente de la escuela técnica de Pehuen Co, vista por última vez la tarde del 15 de julio de 2015.

Aquel martes, Andrea almorzó como de costumbre con colegas de los tres establecimientos educativos de la localidad. Según recuerda Marcela Pintado, su amiga y compañera, fue un almuerzo tranquilo, entre risas y rutinas compartidas. No hubo indicios. No hubo señales. “Ese día estaba normal. No demostró absolutamente nada. Nada”, repite Marcela, como quien intenta convencerse a sí misma.

La historia de Andrea no encaja en ningún molde. No fue un crimen con pruebas. No fue una fuga planificada. No fue un accidente con rastros. Fue una desaparición. Una que, pese a operativos intensos por tierra y mar, no dejó huellas. Como si la docente se hubiese esfumado sin dejar rastro.

Aclaración mediante, Andrea no era auxiliar de escuela primaria como se mencionó erróneamente durante años. Trabajaba en la escuela técnica. Y había llegado a Pehuen Co no por elección, sino por acompañar a su pareja, que consiguió empleo. “Ella no estaba contenta en Pehuen Co. Me lo dijo. No le gustaba estar ahí”, cuenta Marcela con una sinceridad que atraviesa la piel.

En las horas posteriores a su desaparición, todas sus pertenencias quedaron en la cocina de la escuela, el bolso, el celular, sus guantes nuevos, incluso su campera de trabajo. “Era muy responsable. Nunca se hubiese ido sin avisar”, insiste su amiga. Andrea solía tener una campera para estar dentro del edificio escolar y otra para salir. La de exterior no estaba. Alguien dijo haberla visto caminando por la calle Azopardo, manos en los bolsillos. ¿Destino? Nadie lo sabe.

La investigación tuvo varios giros, incluso un foco en su pareja de entonces, Gustavo Martínez Ipucha, pero nunca se encontró evidencia concreta para incriminarlo. Tampoco para descartarlo. En esa tierra ambigua vive el caso desde entonces. “Yo la quise mucho, pero no me animé a invadir más allá de lo que ella quería contarme. Era muy reservada”, se lamenta Marcela. “No sé si estaba deprimida. No tengo herramientas para saberlo. Pero sí sé que no era feliz allá”.

A las 17:20 de aquel día, la portera de la escuela primaria llamó a Marcela porque Andrea no había retirado sus cosas. A las 18, como era habitual, la docente debía marcharse. Nunca lo hizo. A partir de ese momento comenzó la búsqueda, escuelas, almacenes, bajadas al mar, casas de amigas. Nada. Un silencio de diez años.

No saber es lo que más duele. Que no haya ni una pista, ni una certeza, ni una despedida”, cierra su amiga. Hoy, las agrupaciones feministas de la localidad, realizarán un acto para recordarla y seguir exigiendo justicia. El misterio permanece. El nombre de Andrea sigue ahí, como una herida abierta.

A 10 años de la desaparición de Andrea Esnaola en Pehuen Co
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