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Raúl, jubilado puntaltense: “La única lucha que se pierde es la que se abandona”

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Cada miércoles, puntualmente a las dos de la tarde, Raúl Sosa se planta en la plaza de Punta Alta. No lleva pancartas estridentes ni busca tumultos. Apenas su presencia, firme, silenciosa y obstinada, funciona como un recordatorio incómodo, los jubilados argentinos viven al borde de la precariedad.

Raúl tiene casi 70 años, es jubilado desde hace cinco, y aunque no atraviesa problemas económicos graves, cobra un haber que supera levemente la mínima, decidió iniciar hace dos años una protesta solitaria. Se define como un militante “de vieja data”, alguien que caminó las calles, vio la necesidad en los barrios y entendió que había que dar testimonio, aunque fuera en soledad.

“Empecé viniendo a la plaza porque veía que nadie hacía nada. Si los gremios reparten bolsones de comida a jubilados, es porque los jubilados no están bien”, explica. Y repite una idea que lo obsesiona, todos, tarde o temprano, serán jubilados.

Algunos lo miraban de reojo, otros se animaban a preguntar qué hacía allí. Con el tiempo, su persistencia comenzó a resonar, “El miércoles pasado fuimos tres. Ya falta poco para que seamos cinco, y eso en un pueblo ya es multitud”, ironiza.

Raúl no busca escándalos ni choques. Su protesta es tranquila, casi ritual. “Qué bueno sería que en todos los pueblos se visibilicen las necesidades. Así como en Buenos Aires son miles, acá podemos ser diez, pero que se vea, que quede registro de que algo está pasando en la Argentina”, sostiene.

Su lucha no se limita al reclamo previsional. Habla de las dificultades que golpean a cada generación, “Desde los recién nacidos hasta los ancianos”. Y lo dice con la experiencia de quien ha visto de cerca la historia política y sindical del país, incluso con cicatrices, en 1993 fue despedido en medio de una reestructuración, y todavía recuerda cómo los gremios “negociaron” la salida de cientos de trabajadores.

En verano, Raúl interrumpe su protesta porque se instala en Monte Hermoso a vender artesanías, su otra manera de sostenerse, de seguir activo, de no resignarse. Pero cada miércoles de otoño, invierno y primavera, vuelve al mismo lugar, al costado del mástil, de cara a la plaza.

“Los jubilados somos las raíces de este país. Si los políticos se olvidan de nosotros, se están olvidando de la patria. Y un árbol sin raíces se seca”, advierte.

Su convicción se resume en la frase que eligió como bandera, “La única lucha que se pierde es la que se abandona”.

Esta entrada ha sido publicada el 21 de agosto, 2025 17:05

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