El consumo de carne en Argentina, históricamente elevado, ha registrado una notable disminución en los últimos años, impulsado por dos factores principales: la suba de precios y una mayor conciencia sobre la salud.
“Antes comíamos más carne, pero ahora la hemos reemplazado por pollo, pescado y pastas“, mencionó un consumidor, quien atribuye el cambio tanto al impacto económico como a recomendaciones médicas por colesterol alto e hipertensión.
Para muchos, el costo de la carne se ha vuelto prohibitivo. “El poder adquisitivo no da para comprar carne como antes. Aunque es más barata que en países como Estados Unidos o Italia, los salarios en Argentina están lejos de equipararse a los de esos lugares“, señaló una residente extranjera sorprendida por los precios comparables entre ambos mercados.
Aunque algunos se permiten el lujo de consumir carne en ocasiones especiales, como los domingos, la mayoría ha adoptado un enfoque más medido. “Hoy se mira mucho más qué se puede comprar. La realidad económica nos obliga a ajustar y medir lo que consumimos“, coincidieron varias personas consultadas.